Frederik Phol: Pórtico (1978)

Texto de Carles Llonch Molina

Frederick Pohl escribió en etapas salteadas de su vida, pues se dedicó también a ser marchante y editor de ciencia ficción. Toda una vida dedicada al género como escritor, editor y fan. Desde que se publicó su primer escrito en 1937 hasta su última novela en 2012 pasaron 75 años ni más ni menos. Sus dos etapas remarcables como escritor sucedieron en los años 50 y a partir de los 70. En esta última logró mayor reconocimiento, especialmente con Pórtico, ganadora del Hugo, el Nébula y el John W. Campbell Memorial siendo la única novela de la historia en recibir estos tres galardones. Si bien ya he aprendido que el gusto de cada uno puede no coincidir con el de críticos, escritores y lectores  (ver la última reseña sobre  El libro del día del juicio final) no es este el caso.

En un futuro se descubre en un asteroide lo que debió ser una base de operaciones abandonada hace mucho tiempo por una cultura alienígena que los humanos han denominado Heechee. El asteroide fue excavado por dentro con el fin de albergar casi un millar de naves y cobijar a los individuos necesarios para operarlas. Estas naves siguen operativas, pero por desgracia la tecnología humana no puede dar respuestas a cómo se pilotan, si bien éstas parecen moverse por control automático a destinos preestablecidos.

De la gestión de Pórtico se encarga un organismo internacional en el que se encuentran representados todas las grandes potencias, las cuales utilizan un sistema de regalías y bonos para incitar a la gente a que se ofrezcan voluntarios para esos viajes. Algunas de las cifras que se ofrecen son millonarias y permiten a la gente retirarse de por vida, eso sí a riesgo de jamás regresar.

Robinette Broadhead es un prospector en minas de alimento (sí, tal como suena) que trabaja en una Tierra al límite del colapso debido al exceso de población. Gracias a un golpe de suerte gana la lotería y decide gastar ese dinero en un viaje de ida hacia Pórtico (un privilegio al alcance de pocos) donde se unirá a los cientos de personas que intentan amasar fortuna.

La estructura de la novela alterna capítulos en dos temporalidades diferentes. En el presente, Broadhead se cita con un robot psicoanalista con el que van adentrándose en la mente del protagonista . En el pasado, Bob viaja a Pórtico donde vivirá experiencias que le cambian drásticamente. Ambas líneas temporales son entrelazadas hábilmente por Pohl y convergen al final del relato. A lo largo del texto, y sin tener conexión con el mismo, se intercalan mensajes de todo tipo (anuncios, carteles, noticias, transcripciones de misiones…) relacionados con Pórtico. Estas píldoras sirven como contrapunto a la vez que ayudan a enriquecer la construcción de ese mundo.

Broadhead es un ser atormentado, casi un anti-héroe. Cobarde, inseguro y mezquino, su único logro personal es haber ganado la lotería. Aunque existe una tensión entre su yo del pasado y el del presente, en esencia no cambia. Este personaje es para mí uno de los atractivos del libro, nada que ver con los seres perfectos de ética e inteligencia superiores de las obras de Asimov o Clarke. Bob es un tipo bastante mediocre y a veces un verdadero gilipollas, lo cual le acerca sin duda al lector (sin ánimo de ofenderme).

Pórtico tiene además la suerte de haber envejecido sorprendentemente bien (la ausencia de video-llamadas ayuda, como dice mi amigo David de Leyendo ciencia ficción). Las descripciones no son muy exhaustivas y cada uno se puede imaginar las cosas a su manera. Además, las relaciones sociales que se desarrollan en ese futuro son abiertas y sin prejuicios, y sus personajes sexualmente emancipados, por lo que resultan mucho más cercanas a la sensibilidad actual que seguramente a las de los años 70.

El trasfondo de esta obra, si bien queda eclipsado por la historia, no deja de ser el de un futuro distópico en el que las condiciones de vida de la especie humana son terribles. La superpoblación agobia a las clases desposeídas y las aboca a alimentarse a base de derivados sintéticos minerales. Hay, eso sí, una élite hedonista que vive en ciudades amplias y limpias. En ese contexto los trabajadores que consiguen llegar a Pórtico deben sentirse agradecidos por tener la oportunidad de poner su vida en riesgo a cambio de las migajas que les va a dar la corporación.

Ciertos elementos hacen que establezca vínculos entre esta obra  y Pícnic extraterrestre de los hermanos Strugatsky, de la que hemos hablado anteriormente. Por ejemplo, la descripción de un capitalismo indeseable que obliga a las personas a comerciar con la integridad de sus cuerpos. También que en ambas se cuestiona la inteligencia humana, su antropocentrismo y mezquindad, pues si bien los terráqueos son incapaces de entender la cultura y ciencia extraterrestres eso no impide que la conviertan igualmente en mercancía y que el capital extraiga de ella grandes beneficios.

Por todo ello pienso que Pórtico es un clásico que se deja leer desde nuestros días perfectamente.  Un viaje hacia el exterior del espacio y hacia el interior del personaje. 

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