
Texto de Toni Signes
El espacio es una trampa. Una masa enorme llena de vacío, sin atmósfera. Representa a la muerte.
¿Cómo poder contar el vacío desde la música? Kubrik utilizó la música clásica para acompañar los movimientos circulares de las órbitas de las naves espaciales de 2001: Odisea en el espacio (Así habló Zaratrusta de Richard Strauss); en Alien, Jerry Goldsmith nos introduce en el silencio e hibernación de la Nostromo mediante una atrevida exploración musical durante el denso y pesado despertar de los tripulantes. Hay más ejemplos.
Me gusta pensar en la música como el arte abstracto por excelencia. La pintura se acercó a la abstracción tras el nacimiento de la fotografía como respuesta a la extrema fidelidad figurativa que ésta trajo al mundo del arte. ¿Qué sentido tenía copiar la realidad con la pintura si hay mecanismos más fieles para este objetivo? A pesar de ello, los espectadores y espectadoras todavía tienden a buscar alguna referencia formalista cuando se enfrentan a una obra de arte abstracto. Esto no ocurre con la música, la audiencia no busca localizar sonidos de pájaros, pasos de persona o latidos de corazón; la audiencia siente los ritmos, vibra con las intensidades y disfruta del color de la música. ¿Por qué la música ha conseguido emanciparse de la figuración?
La banda de rock Toto en la banda sonora de Dune nos acompaña en un viaje hacia Arrakis. La música no reproduce sonidos identificables (me refiero a traqueteos, motores o rozamientos de neumáticos), pese a ello, es un viaje. Un viaje lisérgico a través del espacio, un viaje que se intuye siniestro con un deje de esperanza. La música consigue hacer vibrar cosas dentro de la audiencia, evoca emociones y no imágenes, consigue su objetivo abandonando una correspondencia con lo visto para incorporar lo sentido y experimentado tanto de la persona creadora de la canción como la que va a escucharla. La música podría definir una nueva sociedad para el futuro, menos intelectualizada y más sintiente. Al pensar nos equivocamos casi siempre, al menos yo, deberíamos aprender a ser más musicales. No debería extrañarnos que D.H. Lawrence nos recomiende hacer el amor con música: “La música iría in crescendo con infinitas variaciones, a medida que hicieran el amor y avanzaran de instancia en instancia, en un baile exquisito, música y amor unidos inextricablemente, como las dos personas.”
Alain Goraguer en El planeta salvaje nos introduce (mediante reminescencias funk) en una sociedad muy diferente a la nuestra, en la que los humanos son las mascotas (y el problema) de una raza de seres azules, y para ello sólo utiliza música. Por cierto, el pasado viernes 11 de octubre, en el Instituto Francés de Valencia, la banda Here the captain speaking, the captain is dead hizo un concierto durante la proyección de esta película a modo de banda sonora. Personalmente, me costó meterme dentro del film con la música, pero poco a poco me acostumbré y disfruté con la experiencia. Habría preferido una instrumentación más melódica y atmosférica, reduciendo la influencia de la bateria, pero fue una iniciativa muy interesante que espero que no sea anecdótica y podamos ver otros clásicos de la ciencia ficción musicalizados de esta manera, con bandas en directo (me fliparía ver a MKM reinterpretando musicalmente Le dernier combat de Besson, por ejemplo)
Retomando el tema, me parece más comprometido políticamente un Miles Davis ciego de anfetaminas improvisando con su trompeta sobre un escenario que cualquier canción repleta de mensaje propagandístico político y referencias antisistema. La música, siendo la libertad absoluta (al menos para mí), no se limita a un mensaje, la música rompe con el lenguaje y sus formas y ahí radica su importancia. Crass y su punk ruidista, Miles Davis y Héctor Lavoe improvisando o Kobosil reventando Berghaim con el techno más oscuro. Todos comparten esta libertad, dinamitan las estructuras del lenguaje y lo pervierten generando nuevas formas (y movimientos) que crearán nuevos mensajes y lenguajes. Estos lenguajes se reflejan en la gente que los escucha, y generan nuevas maneras de actuar y responder: carreteras paralelas y nuevas vías a lo de siempre (porque además, lo de siempre nos cansa y nos da asco). Parafraseando a Lawrence: hay que joder al establishment con música.