
Texto de Carles Llonch Molina
Arthur C. Clarke es uno de los tres padres de la denominada Edad de Oro de la ciencia ficción, junto con Isaac Asimov y Robert A. Heinlein. Su carrera como escritor fue larga y recibió su reconocimiento sobretodo a partir de 2001: Odisea en el espacio, guión que escribiría junto a Kubrick y del cual él extraería su novela.
Hay que decir que, como otros muchos escritores del género, Clarke provenía del mundo de la ciencia. En concreto a él le fascinaba la astronomía. Su trabajo como divulgador e investigador fue premiado con varias becas y premios, y su descubrimiento más importante fue el de un tipo de órbita geosincrónica muy útil para satélites de comunicaciones, la que en su honor se llama Órbita de Clarke. Decir como curiosidad que en su honor también se nombró a un dinosaurio, uno de los sueños de mi infancia.
Cita con Rama fue uno de sus grandes éxitos. Recibió nada menos que el Hugo, el Locus, el Nébula y el James W. Campbell, lo que la convierte en una de las novelas más premiadas de la historia. La novela trata de un primer encuentro con una cultura extraterrestre, tema recurrente en las obras de los años 70 de Clarke.
En el futuro, tras la caída de un meteorito en Italia, la humanidad ha desarrollado un sistema de vigilancia para evitar que esos desastres se repitan. Varios planetas y satélites del sistema solar se encuentran habitados desde hace mucho tiempo. Las diferencias climáticas y gravitatorias han generado diferencias culturales importantes entre humanos de un planeta y otro. La exploración espacial es posible si bien dentro de los límites que representan las fronteras de nuestro sistema.
Sucede que las alarmas saltan cuando un objeto se acerca a Júpiter. Al observarlo descubren que se trata de un cilindro perfecto de 50 km de largo y casi 20 de diámetro. El primer contacto con una inteligencia extraterrestre se avecina.
Al ser la nave más cercana la del comandante Norton, ésta debe acercarse a explorarlo sin más medios de los que disponía para efectuar su misión de rutina. Él y su tripulación se verán envueltos en uno de los viajes más trascendentales (y alucinantes) de la humanidad, no sin esquivar numerosos peligros y el debate político acerca de sus acciones.
Esta novela y la obra de C. Clarke se acredita como ciencia ficción dura. Eso significa que hay un celo especial en cuidar el rigor científico de las anticipaciones que en ella se hacen. Eso no quiere decir que se centre en aquello que la ciencia sabe con exactitud, sino que utiliza esos conocimientos para especular. Como todas las etiquetas ayuda a que nos entendamos y a la vez empobrece, además de que genera el debido debate de acotación. Saco a relucir esta etiqueta porque Cita con Rama es sin duda un ejemplo de rigor equilibrado con la especulación de esos que han envejecido bien. Creo que es un indicativo de una obra de ciencia ficción bien escrita.
Hay cierta voluntad pedagógica, si bien no explícita, que se ve en la forma en que la narración se detiene en los detalles astronómicos sobre la física de los cuerpos celestes o en el espacio. Clarke no esconde esa vocación, la cual le llevó a escribir sus obras de divulgación científica.
La novela tiene un ritmo equilibrado de capítulos cortos en los que la acción se desarrolla en un esquema de subida de la tensión. Dentro de cada uno de estos capítulos surgen a su vez variaciones en el ritmo , por lo que la lectura se torna adictiva. Eso sí, sin trucos ni dilaciones artificiales.
La duda que plantea Rama es algo que hemos tratado en Pórtico o también en Stalker. Se trata de la imposibilidad de la inteligencia humana para concebir un universo en que ella no se sitúe en el centro. Un orden de las cosas en el que los valores y los juicios humanos no sean de carácter universal. No en vano las tres obras son hijas de una misma época en la que el entendimiento entre los integrantes de la propia especie humana estaba más que en entredicho.
Si bien plantea en el fondo esas dudas, el tono de la obra no es nada pesimista, sino todo lo contrario. Los cosmonautas son héroes de una inteligencia y valores morales impecables y sus actos siempre son generados por motivaciones nobles y sentimientos altruistas. En ese sentido es en el que la novela se hace menos atractiva, pero en la literatura de C. Clarke suele suceder que los personajes resultan planos. Eso sí, los personajes femeninos más que planos son prácticamente inexistentes. Es sangrante que el escritor imagine una sociedad polígama en la que tanto hombres como mujeres pueden tener varias parejas, pero sin embargo no haya representación de mujeres en puestos de gobierno.
Aun con todo, la imaginación de Clarke nos regala un mundo desconocido maravilloso, en el cual nos adentramos a medida que pasa las páginas del libro y el tiempo para la exploración se agota. Se trata de un libro de aventuras que nos hará viajar y pasar el rato.