Jack London: Historias de siglos futuros (1910)

Texto de Carles Llonch Molina

Esta semana me gustaría hablar de Historias de siglos futuros de Jack London. Lo encontré en una librería de segunda mano, de esas entre cuyas estanterías me gusta perderme de vez en cuando para encontrar rarezas o chollos. No es que este sea un gran libro, pero resulta interesante ver cómo este autor enfoca la literatura de anticipación científica.

A Jack London se le asocia a las novelas de aventuras, de esas profusamente publicadas a menudo como novela juvenil. Colmillo Blanco o La fiebre del oro son algunas de sus obras más conocidas. Su biografía es tan estimulante como uno de esos libros, pues muchas de ellas tienen carácter autobiográfico.

Durante su juventud pasó años alternando la vida de marino y la de vagabundo (actividad esta última por la que llegó a estar detenido) con la de obrero asalariado. Se fue a buscar oro a Alaska (experiencia de la cual surgirían sus primeras historias) y , a medida que pudo ganarse la vida como escritor, acabó como propietario ganadero en su rancho de California.

Los cuatro cuentos de este volumen fueron escritos en la última etapa de su vida, cuando ya gozaba de reconocimiento y producía obras como churros. En aquella época el aventurero de convicciones socialistas que había sido en su juventud había cedido su lugar al latifundista propietario acomodado cuya perspectiva del porvenir había cambiado y cuyas pasiones políticas se habían enfriado.  Parece ser que a lo largo de la vida de London siempre pugnaron las ideas de emancipación colectiva con las de la realización individual artística, por lo que su paso de ser un obrero concienciado al de ser un empresario progresista no resulta del todo estridente.

El tono general de la obra no es precisamente halagüeño, sino más bien lo contrario. Se nos presenta una humanidad falta de rumbo, perdida en su amoralidad, la cual necesita de un toque de atención o directamente de un nuevo comienzo. Para ello London nos presenta diversos escenarios en los que el genocidio o el terrorismo son utilizados como herramientas para alcanzar un bien superior, lo cual resulta por lo menos perturbador. Pero vayamos al grano no sin avisar que ya desde aquí que no voy a cortarme a la hora de adelantar partes de la trama, pues poco más de interés se puede decir acerca del libro sin hacerlo.

En El enemigo del mundo entero, Emile Gluck es un personaje de infancia desdichada que sin embargo logra ser un científico de cierto reconocimiento gracias a su talento e inteligencia.  Perseguido y ridiculizado por la prensa a causa de sus ideas progresistas, es víctima de varias manipulaciones y crueldades que le llevan a prisión al ser acusado de asesinato injustamente. 

Para vengarse de la sociedad, inventa una máquina que genera energía eléctrica a distancia que le permita generar incendios e inflamar la pólvora en la munición armas. Con ella atenta innumerables veces sobre las fuerzas del orden, reyes y militares, y además provoca guerras como la de Cuba o incendios como el de Boston. En sus ansias de venganza, Gluck se convierte en un terrorista sin más finalidad que la de la destrucción de las estructuras sociales.

Se trata en el fondo de un cuento que, como hará en Goliath, señala a los ejércitos y el armamento  como uno de los males de la sociedad moderna.  La paradoja principal de la tecnología que este vengativo ser inventa, es que aquellos que portan armas son los más perjudicados por ellas. Quien a hierro mata, a hierro muere.

La invasión sin paralelo es sin duda el cuento más desconcertante. En él se nos relata como China (por aquel 1910,  subdesarrollada y de base eminentemente campesina) se convierte en una superpotencia mundial en el siglo XX que amenaza al estatus de los estados colonialistas. El poder del “dragón” se basa en la superioridad numérica y en una estratégica pasividad aparente digna del Arte de la guerra de Sun Tzu. Su expansión se basa en una conquista silenciosa mediante la emigración, detalle que muestra la preocupación de London sobre la diáspora china que vivió. 

Tras los intentos fallidos de las potencias occidentales por parar la exponencial amenaza, será otra vez un hombre de ciencia el que dé con la “solución”: la guerra bacteriológica. Porque sí, lo que el bueno de Jacobus Laningdale hace es inventar un virus que acabará con todos los habitantes de China. 

Este es sin duda un cuento tan interesante comoincómodo, con implicaciones racistas que recuerdan tristemente a la “solución final” nacionalsocialista que podremos ver desarrollada en otras ucronías como El hombre del castillo de K. Dick. 

En Goliath un misterioso ser con el poder de matar y destruir a distancia obliga a los gobiernos globales a unirse a él en la tarea de reorganizar las sociedades humanas de una manera más racional, para salvar a la humanidad de su “estupidez colectiva”. Para ello insta a los gobiernos a deponer las armas y nacionalizar los medios de producción, a lo cual acceden no si antes sufrir numerosas bajas. 

Especialmente sombrío es La Peste escarlata, un cuento largo que ocupa casi la mitad de las páginas del libro. Relato post-apocalíptico en el que un anciano narra como la especie humana ha sido esquilmada por un extraño virus y cómo los poquísimos supervivientes han sufrido una regresión tecnológica e intelectual tal que en dos generaciones ya no hablan correctamente.

Cuento de carácter sombrío y pesimista, destaca por el análisis sociológico que el narrador tiene de la época anterior a la peste.  Él, un intelectual burgués, ha visto cómo los valores de su clase se han visto superados por la fuerza bruta como única ley importante en un mundo de supervivencia.  Los individuos de su procedencia son vejados por las personas que antes les servían, las que ahora ostentan el poder tribal. London retrata a una clase obrera pervertida por los valores (o falta de valores) humanos de las clases dominantes, tan brutal e individualista como éstas pero sin la máscara de los cínicos dispositivos culturales burgueses que les dotan de apariencia humanista y civilizada. 

Acabado el libro me quedo con ganas de leer otras obras del autor de carácter distópico o de anticipación. Únicamente conozco El talón de hierro (que tampoco he leído) pero si conocéis alguna más no dudéis en recomendar títulos.

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