
Texto de Carles Llonch Molina
Por primera vez voy a escribir sobre un cómic, eso sí, de ciencia ficción. Hace un par de años cayó en mis manos la primera entrega de Los mundos de Aldebarán, una saga dibujada y escrita por el brasileño afincado en París Luis Eduardo de Oliveira que firma sus obras como Leo. EEC Cómics[enllaç: https://www.ecccomics.com/comics/los-mundos-de-aldebaran-3530.aspx%5D se ha encargado de editar esta joya en castellano. Más de mil páginas divididas en cuatro volúmenes de los cuales Aldebarán, Betelgeuse y Antares forman parte de una trama y Supervivientes: anomalías cuánticas de otra. Éste es el último volumen editado y esperemos que no sea el último que dibuja y escribe el autor.
En esta saga de aventuras interplanetarias se abordan cuestiones como el colonialismo, el ecologismo o los problemas de género. Las mujeres serán protagonistas y líderes del variado elenco de personajes que hacen de la saga una obra coral. «Intento que los personajes femeninos se comporten de forma exactamente opuesta a las caricaturas que se observan en algunos tebeos y películas de aventuras(…) No lo soporto», aclara Leo en el Epílogo de Supervivientes.
En un futuro no muy lejano, a mediados del siglo XXI, un satélite descubre el primer planeta habitable a 64 años luz de la Tierra. Orbita alrededor de la estrella Aldebarán y de ella tomará el nombre. Poco después se teoriza y pone en práctica una manera de viajar a una velocidad superior a la de la luz que permite enviar la primera misión de reconocimiento. Tras constatar el buen clima y la fauna poco agresiva del mismo se procede a enviar a los primeros 1500 colonos hacia allá.
La nave que lleva a los primeros pobladores se pierde en el viaje de vuelta, así como una segunda con 2500 personas más a bordo. Eso hace replantearse a la ONU (quien lidera el plan de colonización) la seguridad del proceso Benevides de viaje interestelar y se decide parar cualquier misión hasta que se controle esa tecnología. Poco después los colonos pierden sus satélites de contacto con la Tierra y quedan aislados.
Ha pasado un siglo desde entonces, y en Aldebarán la población ha aumentado lo suficiente como para poblar su capital, Anatolia, y diversos pueblos. Se vive de cara al mar, pues el planeta es un 90% agua. No quedan naves y los medios de locomoción son escasos, pero eso no ha impedido que se desarrolle una organización social compleja, con gobierno, policía, prensa etc… De hecho, el poder está en manos de una oligarquía político-religiosa, una especie de poder dictatorial de baja intensidad.
La historia empieza con una serie de extraños sucesos alrededor del mar: fauna marina actuando de manera extraña, fenómenos físicos sorprendentes…Pequeñas anomalías que alteran la normalidad del pueblo pesquero de Arena Blanca, donde viven nuestros protagonistas Kim Keller y Mark Sorensen. Aunque parezca que estoy avanzando mucha información, todo lo que acabo de narrar se sabe antes de la página 20 del primer volumen. A partir de este momento la aventura se desarrolla sin grandes saltos temporales pero con intensidad constante.
Una de las cosas más atractivas del cómic es el tratamiento que se da a la naturaleza a lo largo de la saga. Leo no trata al paisaje, la fauna y la flora como el decorado en el que se desarrollan las historias humanas, sino como parte fundamental de la misma. Tal como en otras obras hemos hablado de la arquitectura como un personaje más (como en La ciudad y la ciudad [enllaç] o París en el siglo XX[enllaç]) en este caso sucede lo mismo con el entorno salvaje: en prácticamente cada viñeta se tiene presencia algún ser vivo. Entre la vegetación selvática, en el océano o surcando el aire, criaturas tan bellas como terribles ponen a prueba las dotes de supervivencia de los colonos humanos. El clima cálido y la exuberancia de los planetas que visitan éstos, siempre recuerdan un poco al Brasil natal de Leo.
De entre el amplio abanico de seres que ha brotado de la imaginación del autor, hay uno que centra toda la saga. Me temo que no puedo hablar de esto sin adelantar demasiado, así que recomiendo saltar el siguiente párrafo a quienes quieran leer el cómic.
El caso es que no habría historia sin la Mantriz, un ser de una inteligencia superior que vive en el océano y que en sus manifestaciones demostrará ser tan impredecible como incomprensible. Por sus características es imposible no ver los vínculos entre ésta y Solaris, el ente de la novela homónima de Stanisław Lem. Pero eso es harina de otra entrada en el blog.
En el centro de Los mundos de Aldebarán se sitúan los problemas de comunicación y comprensión de la especie humana para con los otros seres que habitan el cosmos y para consigo misma. Sus personajes tendrán que vérselas con animales terribles que matan por comida, pero también con puritanos integristas capaces de matar por su religión.
Leo nos regala una saga de ciencia ficción dura llena de misterio e intriga. Se trata de una de esas historias que no se puede parar de leer o, como dice Moebius en la introducción de Aldebarán, de las que te quitan el sueño. Por suerte, parece ser que el autor está por la labor de continuar con la historia.