
Texto de Carles Llonch Molina
El 12 de Mayo de 1961, la casa de Hollywood de Aldous Huxley se incendia junto con la mayoría de sus pertenencias. Entre las pocas cosas que salvó se encontraba el manuscrito de una obra en la que llevaba cinco años trabajando. Se trataba de La isla, la última novela que publicaría antes de su muerte dos años después, una utopía que contestaba a su renombrada obra Un Mundo Feliz.
Muchas cosas habían pasado en los treinta años que separaban ambas obras, y Huxley no era desde luego el mismo. Su pensamiento humanista, unido a una curiosidad y ganas de viajar insaciables, le llevaron a derroteros que pocos intelectuales occidentales habían explorado. Conocidos son sus acercamientos al consumo racional de estupefacientes (cuyas experiencias reflejó en Las puertas de la percepción) así como a las filosofías orientales (especialmente el hinduismo y el budismo). Ese interés por el sincretismo cultural se transpira en cada página de La isla.
Justamente en 1961 se había celebrado la primera cumbre de Países No Alineados (sucesora de la Conferencia de Bandung de 1955). Parecía que el Tercer Mundo quizás tenía una respuesta a un conflicto cuyos contendientes cimentaban sus posturas en la cultura occidental, y eso seguramente le gustaba a Huxley, pues La isla es también una contestación a la naturaleza materialista de las grandes potencias que gobernaban el mundo.
Este testamento literario no se puede entender sin el conjunto de ensayos que el autor escribió en 1958, Nueva visita a un Mudo Feliz, en el cual se analizan a la luz de la actualidad las previsiones efectuadas en el 32. El último capítulo del libro titulado ¿Qué puede hacerse? es sin duda un prefacio a La isla pues en él se apuntan ya a diversos elementos que desarrollará con posterioridad en la novela.
Pala es un enclave situado en algún lugar del océano Índico. Gracias a no haber sufrido ningún tipo de agresión a su soberanía por parte de potencia occidental alguna, Pala se ha desarrollado sin hacer ruido y al margen de la lógica de Guerra Fría que impera en el mundo. El progreso de esa isla se debe a la amistad que en el siglo XIX unió a un médico ateo escocés y al viejo Rajá , un practicante del budismo mahayana. De estos dos cerebros surge el sabio diseño del Estado palanés, que aúna <<lo mejor de los dos mundos>>.
A este lugar ideal llega Will Farnaby con el fin de cerrar tratos secretos en las concesiones sobre extracción del petróleo en el país. De la mano de este inglés cínico y escéptico los que leen van conociendo los detalles organizativos y éticos de la sociedad de la isla así como al futuro Rajá y su madre, educados en la lógica materialista occidental y principales enemigos (junto a la vecina isla de Rendang y su coronel Dipa) de la paz idílica en que viven los habitantes de Pala.
¿Y cómo es esa sociedad ideal? (Atención: saltaos este párrafo si no queréis saber mucha cosa del argumento) Organizada en comunidades familiares, los niños crecen de manera colectiva. La natalidad se regula en relación a los recursos materiales de la isla y el nivel de vida de sus habitantes. La industria y la importación se dedican exclusivamente a cultivar alimentos de manera efectiva y a dar cobertura médica de calidad a la población. La economía se organiza en cooperativas, pero hay cierto control del estado aunque su estructura burocrática se mantiene en mínimos.
Otros muchos aspectos de esa sociedad son descritos en la novela (la educación que desarrollan, su idea de la ecología, su relación con la muerte) pero destacan todos aquellos relacionados con la naturaleza espiritual de los isleños. En contra del individualismo occidental, allí se cultiva un budismo que deconstruye la apariencia de dualismo ( yo ≠ el mundo) mediante la práctica de meditación , el sexo tántrico y la ingestión de moshka.
John el Salvaje de Un Mundo Feliz se encontraría muy a gusto entre las gentes de Pala, pero quizás le molestaría la homogeneidad y el consenso imperante en la isla.¿Acaso eso no les hace parecer a los habitantes del Londres de Lenina Crowne y Bernard Marx? Además le resultaría extraño escuchar a pájaros entrenados para recordar a la población que han de mantener su atención en el presente y ser compasivos (¡Karuna! Atención, muchachos.¡Aquí y ahora!) En efecto, ya hemos aprendido en varias obras literarias que la línea que separa a la utopía de la distopía es muy fina y depende mayoritariamente del punto de vista que el autor da al lector.
En este caso, Huxley no nos describe Pala con la ironía con la que se acerca a Un Mundo Feliz, en donde se nos muestra una utopía cuya falta de principios humanos es patente. En La isla no hay cinismo, pues más bien cabe entender el libro como un ensayo novelado. Quizás el tono con el que describe la sociedad perfecta suena ingenuo y resta verosimilitud al relato literario, pero entender el valor de este texto de manera aislada a las otras obras del autor nos podría llevar a un juicio equivocado.
Durante mucho tiempo me he venido preguntando el porqué no se escriben tantas utopías como distopías actualmente. Para algunos pensadores esto se debe a que la posmodernidad ha acabado con la posibilidad de cualquier relato que llevara a la humanidad a un final feliz. Pero, ¿y si sencillamente las utopías no son tan interesantes como las distopías? Paradójicamente es la respuesta que el propio Huxley parece darnos en La isla: <<El dualismo… Sin él difícilmente podría existir una buena literatura. Con él es indudable que no puede existir una buena vida.>>
¡Karuna!