Mary Shelley: Frankenstein o el moderno Prometeo (1818)

Texto de Carles Llonch Molina

Es un poco extraño escribir sobre Frankenstein a estas alturas. Se trata de un clásico reeditado muchísimas veces y que ha alcanzado la condición de icono, en parte gracias al cine de Hollywood.  No sé por qué pensaba que iba a ser un libro que, pese a estar valorado, iba a aburrirme y dejarlo a medias… pero nada más lejos de la realidad. Lo acabo de leer y debo decir que me ha fascinado.

Se ha repetido ya muchas veces el hecho que esta novela se considera fundadora del género de ciencia-ficción, pero es de justicia no dejar de mencionarlo. He de decir, como apunte personal, que me sorprendió comprobar que en el relato se hace poco caso a los procesos de creación del doctor y que todas las imágenes de laboratorio, asalto a cementerios con pala en mano, rayos y probetas son más bien aportaciones de las versiones cinematográficas. 

No obstante, en la historia se ven claramente reflejadas la fascinación de una época en que la ciencia moderna empieza a andar a pasos acelerados gracias al desarrollo industrial (y al colonialismo que lo sustenta). Una ciencia que empieza a maravillarse con la electricidad y sus potencialidades,  y que sin prejuicios religiosos y de la mano de la razón se propone explorar todos los rincones del saber. De estos límites es de los que habla precisamente la novela, tal como apunta su significativo título original:  Frankenstein o el moderno Prometeo.  Victor Frankenstein sería tal Prometeo,  pues juega con los límites de la ciencia y se quema al darle vida a una criatura que lo castigará cual dios griego por su atrevimiento. 

Que sea una novela pionera no extraña nada al leer algunos apuntes biográficos sobre Mary Shelley (nacida Mary Wollstonecraft Goldwin). Creció rodeada en un ambiente progresista que sin duda marcaría muchas de las elecciones que tomó en vida a pesar o en contra de la opinión pública. Su padre William Godwin, pensador y teórico anarquista, regentaba una librería en la que editaba  sus libros y los de otros radicales burgueses. Su madre, Mary Wollstonecraft, fue una pionera del feminismo que entre otros escribió Vindicación de los derechos de la mujer, un importante texto en el que entre otros reclamaba el derecho a poder acceder a una educación en igualdad de condiciones con los hombres. Por desgracia para su hija, Wollstonecraft murió al poco de traerla al mundo y Goldwin no estuvo a la altura de las ideas de su difunta compañera en lo que a la independencia y formación de su hija respecta. 

Sin embargo Mary, aunque siempre fuera de las instituciones, nunca dejó de formarse y alimentar su inteligencia y su amor por la literatura. Con diecisiete años se enamora del poeta Percey Shelley y con él se fuga y viaja por Europa. Cuenta la leyenda sobre la novela que esta fue el resultado de un duelo de escritura gótica que se dio lugar durante un retiro truncado por las inclemencias del tiempo que la pareja disfrutaba en compañía de unos amigos (entre ellos, ni más ni menos que Lord Byron) en Suiza.  No es casualidad, pues, que Victor Frankenstein sea de Ginebra y que gran parte de la trama suceda entre los paisajes montañosos y los lagos del país alpino. 

Personalmente creo que lo magistral y lo que mantiene fresca la obra de Shelley, es sin lugar a duda la construcción del personaje de la criatura. Un ser creado con la capacidad del raciocinio y de tener una vida emocional, lleno de buenos sentimientos pero consciente de su fealdad. Se trata del primer <<feo infeliz>> del romanticismo  , como diría Umberto Eco en su Historia de la Fealdad. Aunque puede y desea hacer el bien, las circunstancias sufridas por el rechazo que genera su fealdad en aquellos a los que ama, lo va convirtiendo poco a poco en un monstruo. 

No es justo, en realidad, utilizar este apelativo. Es cierto que su fealdad le define como tal, pero carece de la maldad intrínseca de los monstruos. Él decide de manera racional hacer el mal, ejecutar su venganza personal por el maltrato recibido. La naturaleza de su angustia existencial, tan humana, es lo que hace que el lector empatice con él desde el momento que tiene voz en el relato.

Si no quieres saber nada del argumento, mejor que no leas el siguiente párrafo.

Me maravillan los capítulos en los que la criatura narra a Frankenstein qué ha hecho en sus dos primeros años de vida. Es el relato de una consciencia que va ganando en complejidad, que aprende el lenguaje, la lectura y el mundo de los humanos, y que acaba sintiendo el sufrimiento como algo inherente a su existencia. El origen de ese sufrimiento no es otro que tener la certeza de que, aún siendo capaz de sentir y profesar amor, jamás va a ser correspondido. Es por ello que, que cuando va a buscar a su creador le exige una compañera de su misma condición. Todo muy romántico.

Si bien a veces sucede que la literatura envejece mal, no es este el caso, aunque reconozco que el estilo gótico del texto puede resultarle empalagoso a alguien (sobretodo a quien esté acostumbrado a leer a autores contemporáneos). Una librera que conozco siempre dice que hay personajes literarios que se quedan contigo y creo que sin lugar a dudas, este es uno de ellos. Invito a quien no lo haya hecho, pues, a visitar la obra de  Mary Shelley par ganar así un compañero. 

One Reply to “Mary Shelley: Frankenstein o el moderno Prometeo (1818)”

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: