Texto de Toni Signes
Mi primer contacto con el cómic independiente americano fue con Odio de Peter Bagge hace unos veinte años, más tarde descubrí a Crumb, Burns y compañía. Imaginaos a un chaval adolescente desorientado, con sus taras y sus filias, que entró a Futurama en busca de las novedades superheróicas noventeras y se encontró un cómic con la palabra ODIO impresa en portada. El resultado fue evidente, dejé de lado la aventurilla de Spiderman con los simbiontes y el resto de la mierda que se publicaba en esos años, ya sabéis que había en las tiendas: Deathblow, Lobezno sin adamántium, el Duende Verde bueno, Spawn, DV8, The Pitt, Cyber Force… Mucha purpurina, metalizados y colores en las portadas acompañando unas historias de dibujos espectaculares con guiones malísimos.
En fin, que empecé con Bagge porque es de lo mejorcito que salía en los 90 y porque las ediciones de La Cúpula eran (y siguen siendo) muy buenas y de precio relativamente asequible. Me enganché a sus personajes, las locas de sus novias y sus extraños amigos, su desquiciada personalidad y su frustrante familia católica. Me identificaba en muchos aspectos con el protagonista, Buddy, y además compartíamos gusto musical. Era cómo formar parte una pandilla con un personaje de cómic.
Me gusta recordar una historia en concreto de las hazañas de Buddy en Odio. Se encuentra en una fiesta que se celebra en una terraza sin barandilla. Lleva encima la curda de su vida y va tambaleándose por ahí, haciendo el asco, odiando a la gente e intentando no establecer más contacto social del necesario. En su borrachera camina hacia el borde hasta perder pié y caer desde la azotea. Se queda tumbado en el suelo, semi-inconsciente y cuando se despierta afirma: “Menos mal que iba borracho, si no me habría matado”.
Hasta en dos ocasiones pude yo haberme matado durante un pedo y gracias a ir extremadamente ciego sobreviví, con secuelas físicas pero vivo al fin y al cabo.
La primera vez que rocé la muerte fue en un festival de hip-hop que se celebró en Gandia hace mucho tiempo. En esa época, mis amigos y yo teníamos la costumbre de beber “colonia”, comprábamos botellas de 750 cl de Nenuco y las vaciábamos. Tras limpiarlas, las rellenábamos con Vodka y unas gotas de limón. Pues en ese festival cargamos aproximadamente con 8 litros de “colonia” para 6 personas, más unas cuantas litronas de calentamiento en el almuerzo, empezamos a beber de buena mañana y no paramos de hacer el asco durante todo el día. No tardé en mirar a la muerte a los ojos cuando caí por un desnivel de 1 metro y medio de altura. No sé cómo no me destrocé, creo que hice una voltereta estilo Aikido para caer con el peso distribuido y me levanté como si nada. Un par de horas más tarde me desmayé mientras meaba en un campo de naranjas, me desperté al rato, digamos que fue como echar una siestecita. Ya de noche, hora indefinida, iba deambulando por el descampado donde se celebraban los conciertos e intenté recoger un bote de spray del suelo. Me agaché con tanta velocidad que reventé mi cara contra el suelo, además, la caída no fue limpia y me frote por todos los cristales y piedras que había. Resultado: cortes por todo el rostro e inconsciencia. Ahí se acabó la fiesta.
La segunda vez que bailé con la muerte fue un día de pedo que se nos ocurrió a mi amigo Palo y a mi hacer parkour por las calles de Valencia. Baste decir que nunca he hecho parkour y que lo más cerca que he estado a esa experiencia ha sido viendo este capítulo de The Office. Esa noche íbamos saltando contenedores, coches y cualquier tipo de parafernalia urbana hasta que nos encontramos frente a un contenedor de obra enorme (tan alto como yo). Trepamos encima de él y el Palo saltó ágilmente al suelo, creo que incluso dio una voltereta, yo pretendí seguir su ejemplo, pero algo falló. Resbalé y caí a plomo contra el suelo, de nuevo, estampando mi cara contra el asfalto. Tuvimos que ir al hospital y comprobaron que no me había soltado ninguna muela ni roto el pómulo. Estuve magullado una buena temporada.
Menos mal que iba borracho, porque si no me habría matado.