Texto de Toni Signes
A finales de septiembre Panini Cómics editó el primer volumen recopilatorio de las historias de El Planeta de los Simios publicadas por la Marvel en los años 70. Los Archivos del Planeta de los Simios son cinco volúmenes de tirada limitada a 1500 ejemplares y en el primero se recopila la historia Terror en el Planeta de los Simios de Doug Moench. La edición del volumen es brutalmente perfecta y el material recopilado es tan curioso y de tanta calidad que lo convierte en una colección altamente recomendable.
A nivel de guión únicamente encuentro un problema, y es la extraña y desagradable relación que mantienen los protagonistas, se supone que son amigos pero no cesan de lanzarse puyas y vacilarse. Salvo esta excepción la historia es muy buena y sólida. Ésta empieza tratando los problemas raciales entre monos y humanos; un grupo de monos se ha organizado al estilo del Ku Klux Klan y se dedica a matar y atemorizar a los humanos. La historia continúa con la temática desarrollada en la película de El Planeta de los Simios pero evoluciona rápidamente al añadirse nuevos personajes, monstruos y escenarios convirtiéndose en una historia de terror y fantasía con los recursos habituales de la época. El dibujo, de estilo clásico, acompaña a la historia a la perfección. Los artistas hacen uso de diferentes recursos como tinta, lápiz o carboncillo, lo cual complica la reproducción en papel, es por eso que en ocasiones las viñetas ofrecen un aspecto grisáceo o poco contrastado, pero la calidad es aceptable considerando estas complicaciones.
Leyendo Terror en el Planeta de los Simios me he acordado de la primera vez que vi la película de 1968. La memoria es caprichosa y es sorprendente cómo, tras leer un cómic, he recordado otro suceso que ya no tenía presente. He leído que las conexiones químicas en el cerebro provocan patrones eléctricos que pueden reconstruirse, pasado un tiempo, al revivir sensaciones similares y combinarse con otros conocimientos. Los recuerdos no son fiables porque en función de la información recibida los patrones cambian, de este modo, lo que recordemos nunca será lo que pasó y lo adornaremos con nuestro contexto actual.
No recuerdo exactamente la fecha en la que falleció mi abuelo paterno, yo era un niño todavía, eso seguro. Mi abuelo murió después de estar una semana convaleciente por un infarto, o eso creo, no sé exactamente los detalles. Como ya he dicho era un niño todavía. Me impresionó muchísimo ir a visitarle, mi abuelo estaba desorientado y se enfadó cuando nos vio a mi hermano y a mí. Empezó a gritar y mi madre y mi padre nos llevaron aparte. Falleció pocos días después.
El día del entierro mi familia se fue a la misa (yo ya era ateo y no creía en esas cosas) y me quedé en casa. Lloré un poco y estuve deambulando para ver qué podía hacer. Creo que era un sábado por la mañana. Recuerdo claramente que era un día templado y soleado. Pensé en dibujar pero rechacé la idea. Del mismo modo, evité jugar. Sólo plantearme estas actividades me provocó un profundo sentimiento de culpabilidad, ¿cómo podía pensar en divertirme si acababa de fallecer mi abuelo y, además, se estaba celebrando el entierro al que había acudido toda mi familia, excepto yo? Me puse a ver la televisión por hacer algo ya que siempre me ha parecido bastante aburrida. Me tumbé en el sofá y entró mi padre con un amigo suyo. Llevaban una botella de Cardhú. Sólo estuvieron 5 minutos en casa, antes de salir, ya en la puerta, mi padre me preguntó si quería ir con ellos al cementerio. Le contesté que prefería quedarme en casa viendo la tele y me respondió que no había problema. Cuando se fueron hice un barrido entre todos los canales y para mi sorpresa estaban haciendo El planeta de los Simios de 1968. Esta ha sido la primera y única vez que he visto la película.
Este recuerdo es una sombra del pasado que ha abandonado sus tiempos remotos para acudir al presente. Una sombra que forma parte de mí pese a su distancia y olvido.