Texto de Toni Signes
Hace unos meses un barco lleno de gente quedó a la deriva. Eran personas que huían de una situación de conflicto en su país. Algunos estados les negaron asilo condenando a los migrantes a seguir vagando por el Mediterráneo. Otro país, tal vez porque el nuevo presidente pretendía erigirse como el cambio necesario, les proporcionó ayuda. Durante los días de llegada del barco se alzaron voces de gente ignorante integrada en partidos neofascistas con añoranzas franquistas que afirmaban que aquí no cabían y era inaceptable ofrecer asilo, que se iba a provocar un efecto llamada con el cual atraeríamos delincuentes y terroristas. Gilipolleces.
La anterior situación no es un hecho aislado y oculta, tras las exhibiciones públicas de odio, un miedo absurdo hacia lo diferente que se gesta en privado. Un miedo basado en prejuicios y que nace de las propias debilidades y complejos. Salir de la zona de confort, es decir, de lo conocido y cómodo, es complicado y supone, de partida, un rechazo. Este rechazo es normal pero es superable, tras un análisis comprenderemos y valoraremos las alternativas y opciones. De este modo, sortear el rechazo nos permitirá evolucionar como sociedad. Este cambio es, generalmente, a mejor. No obstante, en una sociedad cuya mayoría de personas tienen un carácter infantil y acrítico es muy difícil evaluar intelectualmente las sensaciones e impulsos y por lo tanto, evitar los bloqueos, en este caso el racismo. Una personalidad infantil deseará tener todos sus caprichos resueltos y sortear de la manera más sencilla posible sus diatribas, si no lo consigue amenazará con la rabieta y los pucheritos, se centrará en su propia persona en oposición al bien colectivo y reclamará sus derechos sin conocer sus obligaciones, ya que para él no existe obligación más allá de su satisfacción inmediata. La novela gráfica Patrulla X: Dios ama, el hombre mata nos cuenta una historia en la que se criminaliza a los mutantes del mismo modo que se hace con los inmigrantes en el siglo XXI. Esta historia de la Patrulla X, escrita por Chris Claremont y dibujada por Brent Anderson en el año 1982, es un cómic de base política, contra el rechazo al diferente, contra los absolutismos y contra la religión que predica el odio. Incido en la cuestión de que es un cómic político porque actualmente ha surgido un movimiento fascista en el cómic americano bautizado como Comicsgate. Esta corriente se opone de manera agresiva a la apertura ideológica de la industria del cómic, por lo que rechazan que existan super-heroinas con personalidad y no destinadas al goce masturbatorio de adolescentes, que existan superhéroes homo-sexuales que además mantienen relaciones o que se cuestione el bien por el bien y la ideología única.
Es paradójico que los miembros del Comicsgate defiendan los antiguos valores del mundo super-heroico ya que demuestran un profundo desconocimiento del género salvo que pretendan que se siga contando historias de mediados del siglo pasado. Excepto en las etapas dorada del cómic americano (aproximadamente hasta 1956) y plateada (hasta 1971), en el cual las historias tenían una componente ideológica y adoctrinadora de carácter infantil destinada a varones, siempre han existido planteamientos políticos de carácter emancipatorio. En la edad de bronce de los cómics (hasta los 90 aproximadamente) las cuestiones políticas son habituales en las historias de super-héroes. Por ejemplo, de esta etapa es el clásico Watchmen, que aborda cuestiones absolutamente novedosas sobre el uso de la fuerza y la represión para garantizar la seguridad civil y las implicaciones sociales que pueda tener, algo que nunca se había visto y que marcó un punto de inflexión. Watchmen no es el único ejemplo, pero sirve como paradigma del cambio radical que surgió en esa época y que continúa, por suerte, con las actuales guionistas y artistas gráficos. Toda esta evolución puede haber oscurecido en ocasiones a los personajes sobrecargándoles de traumas y confundiendo sus motivaciones, pero está promoviendo diferentes perspectivas (de genero o raciales) que eran impensables y que ayudan a entender la sociedad actual desde el mundo del cómic, que pese a ser un universo de ficción establece sus raíces en la actualidad de la cual se enriquece y a la cual no puede dar la espalda. Parece que la gente del Comicsgate desea un retorno a un momento en el que los cómics eran batallitas para niños. Un retorno inaceptable que pretende cretinizar las historias de un modo similar a lo que sucede con la televisión y otros medios de comunicación. No es casual que en la actual situación de neofascismos descontrolados (Trump, fascismos europeos, brexit…) se alcen voces como éstas, pero es responsabilidad de la gente que deseemos un entorno independiente e interesante apoyar lo diferente y atrevido, entenderlo como algo enriquecedor que nos permitirá superar nuestros traumas o miedos infantiles si existen y avanzar hacia una sociedad más plural y enriquecedora; además es necesario enfrentarnos y demostrar tolerancia cero con cualquier voz, en el cómic u otros medios, que ataque lo no-normativo y persevere en mantener privilegios a quienes ya los han tenido durante demasiado tiempo. Dios ama, el hombre mata, es como la Balsa de la Medusa, desde su época nos ayuda a entender de otra manera la actual sociedad humana mostrándonos problemáticas que siempre han existido y, además, con su publicación original permitió germinar otro tipo de historias en el mundo de los adultos en mallas.