Texto de Toni Signes
Para seguir procedimientos y normativas ya tengo mi trabajo, así que, pese al subtítulo e intencionalidad del blog, abandono el tema superheroico en esta reseña para hablaros del libro de ciencia ficción Estación de tránsito (Way Station) de Clifford D. Simak. Esta novela ganó el premio Hugo en 1964 y fue publicada originariamente en dos partes en la revista Galaxy Magazine con el título Here gather the stars. Yo estoy leyendo la edición de Orbis del año 1985 de su Biblioteca de Ciencia Ficción que estoy completando ahora y es flipante ese rollo que lleva de plateados e ilustraciones raras de las portadas.
Estación de tránsito arranca con la descripción de una batalla en la cual sólo queda un superviviente, Enoch Wallace, el protagonista de la historia. Tras esto pasamos a un escenario en el que unos agentes de la CIA investigan la casa donde vive Enoch, que lleva más de 100 años por la Tierra y se conserva como un chaval de 30 años. La casa es una estación de tránsito para turistas alienígenas y si queréis saber más os recomiendo que os leáis la novela. Clifford D. Simak crea una buena historia que me mantuvo enganchado en la que se desarrollan temas como la guerra, la muerte, las relaciones afectivas y sociales y el uso de la ciencia.
La guerra es una constante que nos acompaña durante el texto y es que, en mi opinión y la de la wikipedia, Estación de tránsito es un alegato antibelicista: Enoch se cuestiona constantemente su participación en la guerra e incluso la oculta avergonzado a los alienígenas con los que establece contacto. Por otro lado, a causa de que la novela fue escrita durante la guerra fría, existe una amenaza constante de guerra nuclear en la Tierra por culpa de la ineficacia y mala gestión de los gobernantes humanos, defectos que se agravan al compararlos con el gobierno alienígena que, muy eficientemente, mantiene la paz en el resto del Universo. Esta guerra nuclear puede ocasionar, por un lado, la destrucción de la humanidad y por el otro, el cierre de la estación de tránsito. Enoch se muestra terriblemente preocupado por el cierre ya que perdería sus actuales condiciones laborales. Enoch mantiene durante la historia un tono distante y no se relaciona con apenas personas de su entorno, esta actitud excesivamente preocupada respecto a su trabajo lo acerca de nuevo al egoísmo del género humano del que tanto recela.
A lo largo de la novela Enoch se sorprende con los regalos que recibe de los visitantes de otras galaxias. Son aparatos de efectos maravillosos, algunos de utilidad médica, otros lúdica, cultural o científica. Tan maravillosos que Enoch no logra entender el funcionamiento de muchos de éstos. No obstante, alaba los beneficios de los que sí entiende y se siente tentado de compartir este conocimiento con el resto de la humanidad. Pese a ello, espera que la humanidad alcance un punto de maduración que le permita utilizarlos para el beneficio colectivo y no para la guerra o la dominación. Además, cuando alcance esta madurez la humanidad podrá integrarse con el resto de la galaxia para dejar de ser una estación de tránsito y alcanzar el estatus de turistas galácticos. El autor, así, confía en la ciencia como salvación futura de los problemas humanos. Sin embargo, no será nuestra ciencia la que nos salve, sino la ciencia otorgada desde el más allá. Se equipara la ciencia a la religión de un modo similiar a nuestra relación actual con la tecnología. Frente a los actuales problemas ecológicos y sociales esperamos una solución técnica que nos será dada en el futuro y evitamos observar lo que hacemos ahora y podríamos cambiar para mejorar. Los recursos de la Tierra se han agotado, si seguimos con este nivel de consumo no existe un futuro posible y el debate no se centra en reformular nuestra relación con el entorno y nosotros/as mismos/as si no en esperar una tecnología que solucione estos problemas, una solución tecnológica que nos será dada. Ya hay ricos comprando parcelas en otros planetas para cuando sea posible abandonar este cascarón vacío…